lunes, 28 de noviembre de 2011

ASFALTO

Era Martes, no, no era Martes, mejor Miércoles, pero en realidad no importa. Lo que importa es que hacía frío y él llevaba una bufanda de cuadros.
Y eso importa porque cuando hacía frío se acordaba de ella.
Quizás fuera porque el veinticuatro de Diciembre que le regaló la bufanda él esperaba con contenida ilusión un GPS. O quizás fuera porque cuando hace frío uno siempre quiere calentarse. Pero el caso es que se acordaba de ella.
Esto no sucedía tan a menudo. Además de los festivos y algunos Lunes que era el día que ella preparaba tarta de manzana. No había vuelto a comer manzanas. Y no porque le provocaran nostalgias ni nada de eso. Simplemente nunca le habían gustado y, por pura condescendencia de lunes, no decía nada. Sólo probaba un pedazo que siempre quedaba mordisqueado en el plato.
Ahora iba al café a jugar su partida de dominó. Yo, la verdad, nunca he jugado al dominó, así que no podré profundizar en el tema.
La estrategia del juego poco importa. Lo que importa es su falta de estrategia, porque perdió. Salió derrotado del café. Con los hombros curvados.
Dejó el dominó. También dejó el café.
Volvió a caminar. Caminar en el asfalto. Eso le aliviaba.
La ciudad crujía a cada paso y él se sentía como más alto. Hasta grande se creyó algún día.
Sí, fue ese día. Era Marzo, o Abril, no sé. Pero no hacía frío y no llevaba la bufanda de cuadros.
Fue ese día que se creyó grande, cuando la explosión del gasoil en el cilindro de los camiones resonaba en sus suelas. Y fue esa sensación de grandeza lo que le salvó.
A penas un segundo donde su coronilla chocó contra un techo inexistente. Entonces pensó " Ya está " " No hay nada más elevado" " O si lo hay yo no lo voy a alcanzar".
Y no lo alcanzó. Pero se quedó a la altura suficiente como para poder ir sumando los días a los días.

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